Comentario
El Próximo Oriente ofrece una información más amplia, dada la mayor investigación arqueológica. El Levante ofrece una zona de paso y de contactos que separa dos áreas bien distintas: la región septentrional alta, montañosa, en la que se incluye la península de Anatolia y los montes Taurus, y una región meridional, estépica y árida. En esta zona, el tránsito del Pleistoceno al Holoceno no infiere un cambio drástico en la fauna, sino una ligera variación en el tamaño de los animales. El clima sufre unas oscilaciones al final del Pleistoceno, hacia el 17.000 a.C., produciéndose una crisis de aridez que determino la desecación del golfo Arábigo y posiblemente del mar Rojo, mientras que en el Mediterráneo alcanzaría su nivel más bajo alargando la línea de costa y amplificando los territorios.
En esta época las temperaturas más benignas se encontrarían cerca de la costa, lo que explica una mayor concentración de yacimientos en la llanura costera. Poco a poco, las condiciones fueron mejorando a partir especialmente del 12.500, con más humedad y un ascenso de las temperaturas, alcanzando lo que se ha denominado el óptimo climático del Natufiense, con un aumento considerable de la vegetación arbórea (pistachos, encina y oleáceas). Progresivamente, la intervención humana en el paisaje se hará más intensa, incrementándose la humedad y multiplicándose los lugares de habitación. A partir del Atlántico de la secuencia europea, la humedad aumenta y facilita la expansión de las especies vegetales mediterráneas. En esta gran región nos encontramos con industrias diversificadas pero esencialmente epipaleolíticas, reservando para el Natufiense el concepto de Mesolítico, ya que en verdad es el único conjunto que presenta claramente la transición hacia el Neolítico.
El complejo Kebariense se definió en principio en función de sus características tipológicas, su posición cronoestratigráfica y su distribución geográfica. En los últimos años se conocen más de 30 yacimientos, tanto de aquellos estratificados como de estaciones aisladas que no presentan más que un complejo cultural. El Kebariense comienza hacia el 17.000 a.C., teniendo en cuenta las raras dataciones C14 que se han obtenido concernientes a este complejo.
La tecnología básica del Kebariense se basa en la producción de hojitas extraídas de núcleos con un solo plano de percusión, a partir de las cuales se han obtenido diferentes tipos de microlitos. Existe una diversidad regional, la principal reside en la manufactura de hojas que se limita a la parte costera del Levante, encontrando las puntas de Falita al este del Jordán. La forma de retoque en los microlitos presenta una transformación progresiva hasta llegar al retoque abrupto, considerándose la presencia de microburiles como occidental, si bien se constatan en algunos casos directamente ligada a la producción de triángulos. Existe una variabilidad interna en las series líticas, que se recogen en cuatro muestras en función de los tipos de microlitos; según la estratigrafía de algunos yacimientos, como Yabrud III o la Cueva de Hayonim, el grupo D es posterior al C, mientras que los grupos A y B son quizá más antiguos:
A) Presencia de micropuntas junto a piezas de base truncada y hojitas retocadas.
B) Conjuntos con hojitas de dorso curvo y apuntadas, a veces con base truncada.
C) Presencia de micropuntas rectas y curvas y hojitas de dorso y truncatura oblicua.
D) Hojitas de dorso y troncatura oblicua.
En algunos casos, como el grupo A, se observa un radio de presencia determinada, ya que la mayor parte de los yacimientos aparecen muy próximos, en un diámetro de 5O kilómetros, por lo que pudiera interpretarse como una manifestación regional de un grupo particular de cazadores-recolectores.
La industria ósea es muy pobre, consistiendo por lo general en punzones y bruñidores. Por el contrario, abundan los útiles de moler, aunque su uso supone una incógnita al no haberse detectado productos carbonizados que estuvieran relacionados con el aprovisionamiento y tratamiento de leguminosas y cereales silvestres. En cuanto a la dieta, tenemos moluscos mediterráneos, cuyas especies son las mismas que las recogidas en el Paleolítico Superior. Por otro lado, las especies cazadas revelan en cada yacimiento el medio ambiente local, por ejemplo, en Ein Gev I, se muestra cómo el aprovisionamiento se reflejaba en la meseta del Golán parcialmente boscosa (gamos), sobre las colinas (cápridos) y en la llanura próxima al mar de Galilea (gacelas).
En cuanto a su comportamiento cultural respecto a la muerte, se han hallado algunas sepulturas, en Ein Gev I (mujer de 30 a 35 años) y Qsar Kharaneh (un adulto joven y un adulto masculino, que presentaba dos varillas de asta de gacela junto al cráneo). En un caso se ha observado una paleopatía importante, asociada a diversas infecciones óseas anteriores a la muerte.
El tamaño de los asentamientos varía en función de los diversos yacimientos, aunque en la mayoría de los casos contamos sólo con apreciaciones aproximativas. Así tenemos campamentos temporales que ofrecen ocupaciones efímeras repetidas (Hayonim) y que ocupan una extensión reducida (15 a 25 m2), otras ocupaciones presentan un mayor radio como Ein Gev I (con una estructura de habitación), de 100 a 150 metros cuadrados. Mayor es aún la dispersión de objetos en Kebara, Jiita y Ksar Akil, que delimitan una superficie estimada entre 200 y 352 metros cuadrados.
Más difícil aún es estimar los yacimientos al aire libre, por las alteraciones que han sufrido. En cuanto a su localización, los yacimientos kebarienses se distribuyen en yacimientos de altura y de llanura. Los yacimientos de la llanura costera se sitúan a lo largo de los wadis, a menudo en la primera hilera de dunas de Kurtar, teniendo en cuenta que durante el periodo kebariense la línea costera se situaba entre 10 y 15 kilómetros hacia el oeste. Estos yacimientos se encontraban como máximo a 200 metros sobre el nivel del mar. Yacimientos idénticos por su localización los encontramos en el valle del Jordán.
Este tipo de agrupamiento de ocupaciones a lo largo de wadis en la llanura quizá pudieran constituir la zona central de los territorios. Los yacimientos de la región de las colinas son menos conocidos, estableciéndose las ocupaciones entre los 400 y 1.200 metros sobre el nivel del mar; considerando su limitada superficie, pudieran tratarse de campamentos estacionales, posiblemente del periodo estival. La distribución de los yacimientos kebarienses implica una estrecha vinculación con la zona de vegetación mediterránea, que implica condiciones climáticas frías y secas en el Levante durante este periodo, observándose una ocupación muy esporádica de las zonas desérticas.
Otro complejo conocido como el Kebariense geométrico se encuentra bien establecido a partir de su posición estratigráfica, y numerosas fechas radiométricas nos llevan al 12.500 y 11.500 a.C. La industria lítica presenta los trapecios rectángulos como el componente principal entre los geométricos. Otros yacimientos de la misma época presentan triángulos y segmentos de círculo, por lo que se ha sugerido la posibilidad de encontrarnos ante dos facies o la contemporaneidad de dos grupos culturales.
Técnicamente, el kebariense geométrico carece de homogeneidad. Un examen preliminar muestra dos tendencias, una caracterizada por la producción de hojitas rectas (de tradición kebariense), y otra que se compone de trapecios rectángulos. Tipológicamente se pueden establecer también dos grupos, entre unos conjuntos que muestran diferentes tipos de microlitos (dominados por los trapecios rectángulos), y otro grupo que presenta casi únicamente trapecios rectángulos (frecuentes en las regiones semiáridas del Neguev y del norte del Sinaí).
En el interior de la zona de vegetación mediterránea es frecuente el hallazgo de materiales destinados a moler, como morteros, manos de mortero y recipientes en caliza o basalto. La recolección de moluscos recogidos en la costa mediterránea presenta las mismas características que en el Kebariense. Recientemente tenemos el hallazgo de una sepultura, delimitada por dos hileras de grandes piedras, entre ellas un recipiente y un mortero, de un adulto joven en posición flexionada, con un molino entre sus piernas.
La información sobre las actividades económicas es muy limitada, debido a la pésima conservación de los huesos en terrenos arenosos. Cuando se produce este tipo de hallazgos, la gacela es predominante, si bien también aparecen gamos, jabalíes y cápridos. Por sus dimensiones, los yacimientos se asemejan a los Kebarienses y se distribuyen por el noreste de Siria, Líbano, montañas de Antilíbano, Galilea, Monte Carmelo, valle del Jordán, la meseta de Transjordania, la llanura costera, el Neguev y el Sinaí; y asimismo, tanto en las montañas como en el desierto. La explotación de fuentes de aprovisionamiento se asemeja al Kebariense; sin embargo, la presencia de yacimientos del Kebariense geométrico en zonas áridas o semiáridas puede deberse a una dulcificación del clima que permitió a los cazadores-recolectores penetrar en zonas desérticas.
Las márgenes desérticas del Próximo Oriente han visto intensificarse los trabajos en los últimos años. Han aparecido y se han definido numerosos conjuntos arqueológicos por sus caracteres tecnotipológicos y datados en el periodo prenatufiense alrededor del 12.000 al 10.700 a.C. Entre ellos destaca el Mushabiense, que constituye un conjunto homogéneo de yacimientos al aire libre en el Neguev y el Sinaí. Su industria lítica se caracteriza por la producción de hojitas de dorso curvo a partir de hojitas cortas y anchas, hojitas de dorso y truncadas y puntas de la Mouillha.
Con cierta frecuencia aparece técnica de microburil, y en algunos yacimientos han aparecido molinos, moledoras y recipientes en piedra, que como hemos visto están relacionados con la recolección de productos vegetales. La mayor parte de los yacimientos se corresponden con ocupaciones temporales, oscilando su tamaño entre 50 y 150 metros cuadrados. Parece tener una relación norteafricana, principalmente por la presencia de la técnica del microburil y la punta de la Mouillha. En su fase final, el Mushabiense del Neguev se desglosa en dos facies: Harifiense y la fase de Helwan, caracterizada esta última por los segmentos de círculo y que pudiera ser contemporánea del natufiense antiguo.
Los moluscos marinos que se encuentran en los yacimientos mushabienses (siempre en regiones áridas o semiáridas) muestran relaciones con el Mediterráneo y el mar Rojo, así como los objetos en cuarzo de Gebel Maghara muestran a su vez intercambios con la región sur del Sinaí.
Prácticamente contemporáneos de las facies kebarienses en el Levante, aparece una industria en los Zagros y Mesopotamia denominada Zarziense, a partir del yacimiento denominado Zarzi, en un afluente del Tigris. Presenta una industria con abundantes hojitas de dorso y pequeños raspadores circulares, puntas de muesca, hojas con escotadura y buriles de truncatura múltiple, presentando geométricos en su fase final. La mayoría de los asentamientos se establecen en los afluentes del Tigris, destacando dos yacimientos iraquíes, como el abrigo de Palegawra (12.500 y 9600 a.C.) y la Cueva de Shanidar (10.000 a.C.).
Algunas industrias epipaleolíticas llegan a ser contemporáneas del Natufiense, el auténtico Mesolítico, si bien aún permanecen como industrias epipaleolíticas, que se han considerado paranatufienses. En esta situación se encuentra el Karimsahiriense en Irak, y el Khiamiense en Jordania, datándose entre el 8900 y 8400 a.C.. En estas culturas hay que destacar el hallazgo de estructuras de habitación de planta circular y silos para el grano, en el primer caso. En el Khiamiense, definido por J. González Echegaray, procedente del yacimiento El Khiam sobre niveles kebarienses, cabria destacar las puntas del Khiam y la presencia de morteros y moledoras para el grano.
Si para medir los cambios socioeconómicos hacia el Neolítico se toman en consideración los tipos de asentamiento, las dimensiones de los yacimientos, las actividades económicas, las estrategias de subsistencia, etc., se muestra claramente que con la llegada del Natufiense es cuando nos encontramos que la transición se manifiesta entre grupos con formas de vida paleolíticas y las comunidades sedentarias, que pueden haber llegado a estadios precursores de la agricultura. Este proceso se observa a partir del 10.500 a.C. cuando se establece la cultura natufiense.
Su denominación procede del yacimiento de Wad el-Nataf, si bien su conocimiento proviene de una serie de yacimientos de la zona sirio-palestina. La Cueva de Kebara fue la primera en proporcionar este complejo cultural en estratigraffa, sucediendo al Kebariense. Progresivamente se ha encontrado en otros yacimientos (Jabroud, Hayonim, Nahal Oren, Jericó y Moureybet), proporcionando la secuencia desde el anterior hasta los primeros neolíticos precerámicos.
El territorio ocupado por los natufienses responde a biotopos muy diversos, como las zonas desérticas (Neguev o el desierto de Judá), Monte Carmelo, áreas próximas a fuentes de agua y la meseta de Damasco. Sin embargo, las características que presentan los restos humanos muestran una población muy homogénea, cuya esperanza de vida no alcanza los 40 años, en las que la variabilidad está dentro de lo admitido para una población. En algunos momentos las abundantes sepulturas forman auténticos cementerios como en Mallaba, donde se encontraron hasta 87 individuos. Ello se ha interpretado como la inhumación sucesiva de los miembros de una misma familia ligados por matrimonios consanguíneos.
La industria lítica tiene un carácter muy paleolítico. Las piezas más representativas, a veces predominantes, son los microlitos geométricos, principalmente segmentos. Junto a ellos aparecen microburiles, escotaduras, denticulados y perforadores. En cuanto a los objetos de piedra, tenemos morteros troncocónicos de basalto y sus correspondientes manos, molederas, recipientes y alisadores. La industria ósea es rica y variada, apareciendo punzones, azagayas biapuntadas, pequeños arpones (sección oval con una hilera de dientes), anzuelos y mangos de hoz. Estas últimas constan de un mango de hueso con una acanaladura, en la cual se insertan las piezas de sílex, hojitas de dorso, que conservan una pátina de siega y melladuras de uso en el filo opuesto al enmangado. A veces estos mangos presentan decoración zoomorfa o motivos geométricos.
La economía natufiense continúa siendo cazadora, especialmente dirigida hacia las gacelas, en porcentaje muy alto (como en Nahal Oren que alcanza el 83 por 100 de los restos de fauna), a la que siguen el antílope, los bóvidos y los cérvidos. Los suidos varían en porcentajes, si bien en Mallaha alcanza el 14 por 100, y su relativa abundancia de individuos jóvenes parece estar más vinculada a una caza selectiva de los mismos que a una domesticación. Aparecen también carnívoros, entre ellos los cánidos, entre los que se ha supuesto una incipiente domesticación del perro, a juzgar por los restos de El Wad y Shukbad, aunque posteriormente se ha clasificado como Canis lupus. Hay muy pocos estudios de la microfauna que muestra en su espectro numerosos animales adaptados al bosque, lo que implica un clima de mayor humedad y lluvioso.
Dentro del aprovisionamiento de la dieta nos encontramos con la pesca, por los restos de peces encontrados en Kebara, y recolección de moluscos. Estos últimos son abundantes, y en yacimientos como Hayonim aparecen quemadas, lo que indica su utilización como complemento de la dieta. La aparición de Dentalium elephantinum y Cyprea moneta, implican contactos con la zona del mar Rojo y el golfo de Omán, quizá producto de un incipiente comercio.
La recolección de productos vegetales parece ser un hecho dada la presencia de las hoces y los objetos en piedra como las moledoras, cuencos y morteros, y la presencia de silos para el almacenaje del grano de cereales silvestres (trigo fundamentalmente). Asimismo, la flotación de los sedimentos de Nabal Oren han proporcionado la información de otros vegetales como arvejas, uvas y gramíneas.
Los asentamientos natufienses oscilan entre varias decenas a millares de metros cuadrados, como han revelado excavaciones recientes. Las más restringidas son las del desierto de Judea y las más amplias las del Neguev (Ros Horesha, con una superficie de 3.000 m2). En general, los natufienses han ocupado vastas superficies en las que se han construido cabañas circulares u ovales que alcanzan a veces hasta 10 metros de diámetro (Mallaha). El material empleado es la piedra seca, pero también aparecen muros de arcilla endurecida y mortero. En Mallaha los abrigos están semienterrados, accediéndose al interior por una ligera rampa. La cobertura se desconoce, aunque se detectan postes para la sujeción del tejado.
En cuanto a los suelos, algunas veces están recubiertos por colorante rojo o presentan enlosados. Los hogares detectados presentan dos tipos fundamentales. Unos consisten en acumulaciones de cenizas rodeados de piedras planas de forma circular, si bien en Mallaha se han detectado cuadrados y a veces ovalados; otros, más raros, consisten en acumulaciones de material diverso quemado (huesos, astas y gran número de sílex tallados), como un hogar de Beidha de casi un metro de diámetro. También se encuentran cubetas circulares poco profundas, de un metro de profundidad, que se han interpretado tanto como silos o fosas culinarias. También aparecen fosas excavadas en el exterior, numerosas en algunos yacimientos, utilizadas a veces como sepulturas. Los yacimientos en donde la arquitectura está ausente se ha interpretado como ocupaciones estacionales, mientras que los grandes hábitats constituyen un argumento a favor de una sedentarización al menos parcial.
Vinculados con los asentamientos se encuentran las sepulturas, a veces incluso bajo el suelo de las estructuras de habitación. Las tumbas son fosas realizadas sumariamente, en algunos casos señaladas por piedras. Se han practicado inhumaciones individuales y colectivas que responden a inhumaciones en primer grado, en los que el cuerpo ha sido depositado en muchos casos flexionado en posición fetal y la cabeza orientada al norte. También existen inhumaciones secundarias de los esqueletos, a menudo incompletos. La existencia de ritual funerario se ofrece en muchos casos por la utilización de ocre rojo, con el que impregnan el cuerpo del difunto, en otros casos aparecen nódulos de ocre especialmente en las sepulturas colectivas. El ajuar funerario comprende figuras en piedra o hueso, así como restos de fauna.
Los objetos esculpidos son numerosos, destacando la cabeza de gacela de Nahal Oren. En otros casos, las tumbas se encuentran asociadas a hogares. A menudo los muertos presentan su adorno personal especialmente vinculadas al contorno de la cabeza. Ciertamente, la interpretación de las creencias de los natufienses se nos escapa, así como si revelan una organización social. Algunas tumbas pudieran reagrupar a los miembros de una familia, entre los que los individuos decorados representaban personajes importantes. En algunos casos la presencia de sepulturas secundarias pudiera explicarse por un cierto nomadismo estacional.
El arte y el adorno adquieren un desarrollo, que no estaba presente en ninguna de las culturas epipaleolíticas anteriores. El arte está representado por estatuillas y representaciones animales realizadas en bulto redondo en la extremidad de ciertos útiles. La temática es variada, presentándose la figura humana muy esquematizada bien de cuerpo entero o únicamente la cabeza. Aparece también un arte esquemático, así como los motivos geométricos aparecen en numerosos objetos de uso cotidiano, tanto en hueso como en objeto de piedra. El adorno personal viene representado por la presencia de dientes perforados (conocidos ya desde el Paleolítico Superior), pero especialmente se observa la cantidad de colgantes en hueso y de conchas, sobre todo Dentalium, dispuesto en hileras formando adornos complejos en su mayoría procedentes de las tumbas. El arte natufiense no tiene antecedentes en Palestina ni un sucesor inmediato, como tampoco se puede relacionar con otros complejos contemporáneos, ya que se desconoce en las regiones limítrofes, presentándose como una manifestación única, que según se ha interpretado tendría un carácter mágico y de religiosidad.
Fuera del Levante mediterráneo, el resto de Asia presenta algunos complejos epipaleolíticos peor conocidos. A partir del inicio del Holoceno, grupos de cazadores-recolectores van a poblar las vastas extensiones de Asia central, que hasta el momento habían permanecido impenetrables. Los yacimientos aparecen con mayor frecuencia en la zona montañosa y medios circundantes, tanto en cuevas como al aire libre. La información es escasa y más difícil aún es obtener datos referentes a los diferentes asentamientos y fases culturales o cronológicas. La explotación del medio está ligada fundamentalmente con la caza de cápridos, gacelas y ciervos, y la industria lítica es variada. En ella se encuentran piezas nucleares (cantos trabajados) junto a productos laminares y asimismo microlitos geométricos, especialmente trapecios y rectángulos.
En el área suroccidental, la península de Anatolia presenta algunos yacimientos estratificados que ofrecen la secuencia del Paleolítico Superior Final hasta el Neolítico, a partir de los yacimientos de Beldibi y Belbasi, mostrando industrias con microlitos geométricos.